Huele a tierra, fuego y sal,
huele a cedro, sabe a mar.
Aulla el viento, llora el cielo,
crece el río,
para más tarde marchar.
Lomos blancos se recortan
contra el pardo azul del mar.
Alas de blancas gaviotas
surcan senderos de paz.
La costa con su atalaya
verde contra el cristal,
dibuja su forma en el río,
que la viene a reflejar.
Y cuando de tanta belleza
Lorenzo no admite más,
la noche, con su silencio,
lleva el río hacia la mar.