En esta carrera voraz por consumir los recursos del planeta, los eternos buscadores del sustituto del petróleo iniciaron hace ya unos años la locura del fracking o la fracturación hidráulica. Los pozos de petróleo están contados, disminuyen en el tiempo igual que su rentabilidad y la economía necesita oro negro, energía líquida, que a falta de estar en su estado natural, se puede llegar a encontrar en yacimientos alternativos, oculta y capturada por formaciones rocosas.
Que esos recursos de petróleo y gas estaban ahí, en las redes de la Tierra, se sabe desde hace siglos, pero su extracción es tan compleja y tan costosa que hasta hace pocos años, siempre se desestimó. La fiebre ha roto los tabús y la competición por arañar las entrañas de la Tierra sin piedad, sin mirar las consecuencias, ha empezado ya.
Las promesas: El dorado; reactivar las muy vapuleadas economías del mundo Occidental, extender la vida de la economía del crecimiento basada en el petróleo, conseguir independencia energética, devolver el glamour de los años 80-90 al mundo desarrollado.
Lo que nadie cuenta: El coste medioambiental que tendrá el fracking en nuestras vidas, la contaminación de los acuíferos debido a la inyección a presión de medio millar de agentes tóxicos que inevitablemente se filtrarán a los depósitos naturales de las aguas que riegan nuestros campos, que bebemos, los residuos del agua utilizada en el proceso de fracturación hidráulica, que la industria asegura puede filtrar, limpiar y devolver al consumo humano.
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En el año 2005, el Gobierno americano aprobó dentro de la Ley de Energía que las empresas de fracking podían mantener en secreto los componentes químicos que utilizan durante el proceso de extracción, hecho que contraviene frontalmente el ‘Safe Drinking Water Act‘ de la EPA (Environmental Protection Agency) por el cual cualquier sustancia que pueda llegar a los acuíferos debe ser conocida para intentar garantizar la calidad del agua que se consume en USA.
Un mundo en el que 3.4 millones de personas mueren diariamente por una enfermedad relacionada con la falta de calidad del agua, en el que 780 millones de personas no tienen acceso a agua limpia, la solución a la crisis energética pasa de nuevo por técnicas en que la demanda de agua es elevadísima y su contaminación total. El fracking llevará inevitablemente a una crisis de agua sin precedentes.
¿Cómo será que nunca aprendemos de los errores del pasado? Una técnica de extracción de un rendimiento pésimo cobra un auge impensable por la simple promesa de la industria de traer de la mano de nuevo ese Dorado que siempre lleva al desastre.
La sociedad necesita energía, pero no a cualquier precio y con cualquier coste. Pensemos en el futuro, no hipotequemos a las generaciones venideras y condenemos a muerte a millones de personas por falta de acceso a agua limpia. Intentemos sentar las bases para que más allá de nuestro tiempo, pueda existir calidad de vida y la sociedad pueda vivir dentro de límites sostenibles que garanticen nuestro futuro y el futuro del agua limpia.
2 comentarios sobre “Fracking – Cuando el agua se rompió”