La ONU se enfrenta al difícil reto de redefinir la cooperación internacional, el modelo de ayuda al desarrollo que ha imperado hasta la fecha. Se mantienen, en diferentes ámbitos, reuniones para definir la agenda post-2015, ¿cómo erradicar la pobreza, la desigualdad, la exclusión social, las condiciones de vida infrahumanas?. La ONU ha abierto un proceso de participación ciudadana, las ideas de los movimientos sociales son bienvenidas, se busca aprender del pasado y poner sobre la mesa un nuevo enfoque.
Creemos que es necesario deconstruir el sistema para reinventarlo por completo. El modelo de cooperación internacional nació auspiciado por la época post-descolonial, un momento histórico en el que el mundo occidental disfrutaba de una clara ventaja tecnológica, social y económica, frente al resto del mundo. A pesar de que las colonias desaparecieron, al menos en el papel, Occidente mantuvo su filosofía extractivista en todos aquellos países con recursos naturales o recursos humanos que le permitiesen continuar su carrera de expansión y crecimiento ilimitado. La cooperación internacional nace desde una perspectiva paternalista y demagoga en que se da por hecho que el modelo occidental es el bueno y cualquiera que no comparta los criterios occidentales debe ser ‘rehabilitado’ y ‘reprogramado’ en los arquetipos de progreso y desarrollo occidental para se considere que ha entrado en el buen camino.
Estas políticas desarrollistas han facilitado la globalización y la pérdida de tradiciones y culturas milenarias en favor de un modelo único, de un mundo plano en el que la diversidad desaparece por minutos. Los mercados han crecido, los productos han barrido las fronteras y las grandes corporaciones han implantado sus procedimientos y sus modelos, acaparando la plusvalía y el tiempo de los ciudadanos, han empobrecido y endeudado a las comunidades, acopiado tierras, aguas y especulado con los recursos del procomún. La cooperación internacional y los gobiernos, que han promovido en las últimas décadas el crecimiento y desarrollo económico de los países más pobres, se encuentra ahora con una traslación de la riqueza, con una población de más de siete mil millones de personas que quiere vivir como los occidentales, con una huella ecológica insostenible, en un planeta finito que emana dolor a través de la acidificación de sus mares, de la muerte y desaparición de miles de especies, de la contaminación de su aire, del deterioro de la capa de ozono, de un proceso inabarcable de cambio climático, de un agotamiento masivo de sus recursos minerales, de la pérdida imparable de biodiversidad.
¿Vamos a seguir destinando fondos para que los países entren en la carrera del crecimiento económico, para que sean parte del mercado global, para que se incorporen nuevos consumidores, nueva mano de obra barata, nuevas presas fáciles del voraz endeudamiento? La cooperación debe reinventarse, el colectivo problemático no son los países pobres, sino el selecto y reducido grupo de propietarios que gracias a la desregulación de los gobiernos, han conseguido convertir en capital privado, recursos naturales que pertenecen a la Humanidad.
La agenda post-2015 debe abordar la necesidad imperiosa de modificar un sistema en el que no se da valor a todo lo que el actual modelo está exterminando y que no podrá ser repuesto en decenas de años, si es que alguna vez puede ser recuperado de algún modo.
Es tiempo de dar un valor a los intangibles que hoy carecen de valor alguno. La invisibilidad económica de la naturaleza en el modelo actual, no sólo ha creado una brecha económica insalvable entre los países industrializados y los países ricos en recursos naturales, sino que ha generado una crisis medioambiental sin precedentes que debe ser revertida con urgencia, antes de que alcancemos el punto de no retorno, si es que no lo hemos alcanzado ya.
La naturaleza es riqueza y debe ser accesible por todas las comunidades y pueblos del mundo. Las corporaciones no pueden acaparar tierras y recursos naturales, desproveyendo a las comunidades más débiles y alejadas de las complejas estructuras post-industriales, no pueden continuar sentenciándolos a la pobreza y a la exclusión social en un modelo que no conocen y que no comparten. En palabras de Pavan Shukdev, ‘si perdemos la naturaleza, perdemos la oportunidad de solucionar la pobreza’.
La agenda post-2015 debería ofrecer una propuesta y un calendario de recuperación del procomún por los pueblos que han sido expoliados, así como un sistema de valoración de los intangibles que hoy emplean las grandes corporaciones a coste cero, en detrimento de las comunidades más pobres y expuestas a la exclusión económica y social.
La pobreza no se soluciona a partir de un modelo de crecimiento ilimitado porque no existen recursos suficientes en el planeta para que el PIB per capita mundial se asemeje al de USA o al de la media europea. El modelo actual funciona gracias a que el 20% de la población se beneficia y consume el 80% de los recursos mundiales; sin redistribución de los recursos, la pobreza no puede erradicarse, sin darle un valor a la naturaleza, al procomún, persistirá un modelo de expolio en el que las ayudas al desarrollo no serán más que limosnas y modelos de endeudamiento estatales y de los ciudadanos que perpetuarán el empobrecimiento de regiones completas y la devastación del planeta.
¿Cuál es el precio de la biodiversidad, del Amazonas sin talar, del aire limpio, de los recursos hídricos, de un aire no contaminado, de una tierra rica, no degradada por fertilizantes y pesticidas, el precio de la accesibilidad a las semillas, de la polinización natural? La agenda post-2015 debería primero valorar lo que hoy ni tan siquiera se contempla como un activo, para poder así establecer y diseñar un modelo justo y equitativo, un modelo sostenible en el tiempo y a lo largo de las generaciones, un modelo que reconozca los errores del pasado, repare las desigualdades creadas y restaure lo expoliado a las comunidades que han visto cómo les arrebataban su forma de vida y les lanzaban a la carrera del consumo y el crecimiento económico, sin más herramientas que el endeudamiento, el trabajo no cualificado para las grandes corporaciones y la ayuda internacional a través de los programas de cooperación.