El fin de semana pasada se celebró el congreso de
TransVision 2018; una cumbre futurista para hablar de singularidad, transhumanidad, androides, mejoras humanas, extensión de la longevidad y por qué no, ‘la muerte de la muerte’, como reza el libro del ponente principal de Transvision, Jose Luis Cordeiro.
Tendencias21 nos trae una
crónica precisa de qué se presentó y quién habló en estas conferencias y, partiendo de su artículo, he dedicado algo de tiempo a profundizar en términos que, por su acumulación, abruman y pierden al común de los mortales, a nosotros, lo que no vamos a ser inmortales en veinte años, ni aunque la tecnología existiese y pudiésemos optar a subirnos al carro de esa entelequia.
Para los que queráis indagar, incluyo una lista de las ideas principales, con explicación de su significado, páginas web relacionados y científicos o pensadores que han desarrollado cada concepto.
Singularidad (Raymond Kurzweil)
Cognotecnología (ser capaces de mapear el cerebro humano: su funcionamiento y sus conexiones)
En definitiva la lista de lo que ahora llaman las ultratecnologías.
Sabéis que trabajo en una serie de relatos cortos con un tema común; ¿dónde nos puede llevar la mezcla de IA, biogenética y biomecánica? Al leer sobre todos estos conceptos e investigar un poco, veo que en mis relatos ya he incorporado varias de estas ultratecnologías. Es inevitable, ya que están íntimamente ligadas a las 3 primeras y son las que actúan de triple eje en mis relatos.
Después de leer manifiestos de transhumanidad, singularidad y demás futuribles, sigo pensando que el ser humano, la sociedad como conjunto, no se ha parado a reflexionar, lo suficiente, sobre el impacto que todas estas tecnologías tendrían, si se alcanzasen, en el ser humano como especie y, más, estando como estamos confinados a un planeta finito.
Cuando leo las noticias diarias o veo la deriva que está tomando la sociedad, con los miles de problemas por acceso a los recursos, desigualdad, guerras, hambrunas, violencia, marginación, y un larguísimo etcétera, no puedo sino sorprenderme por el hecho de que haya científicos, empresarios, pensadores, artistas y demás especialistas, intentando conseguir la inmortalidad, intentando trasvasar la conciencia humana a máquinas para enfundarnos en cuerpos sintéticos producidos en cadenas de montaje. Por decirlo de forma burda, pero rápida: ‘Eramos pocos y parió la abuela’. Por que si no morimos y seguimos naciendo, a ver dónde nos metemos y con qué comemos. O quizás los que buscan la inmortalidad estén pensando en que las conciencias que ocupan hoy la Tierra, esos siete mil y pico millones de personas, sean los que permanezcan para la eternidad en una endogamia perpetua de vivencias repetidas y falta de aliciente, al disponer de tiempo ilimitado. ¿Se puede procrastinar cuando tienes por delante la eternidad para hacer lo que quiera que tengas que hacer?
Me pregunto cómo es posible que el ser humano no sea capaz de analizar sus fallos y no aprenda de los errores que nuestros congéneres han cometido en los siglos pasados. Las herramientas nos han dado confort, pero en el último siglo han conseguido desnaturalizar nuestra esencia, desconectarnos de lo que nos rodea, ya sea la naturaleza o la comunidad. Todas estas ultratecnologías, no dejan de ser nuevas herramientas, delicadas, peligrosas, pero al fin y al cabo, herramientas para darnos más confort y permitirnos jugar a ser dioses.
Aún no he conseguido que ninguna de mis relatos me lleve a una sociedad humana mejorada gracias a las ultratecnologías y cuando hago un baño intensivo, como el de hoy, de lo que se está investigando en el mundo, no puedo evitar recordar el poema de Jorge Luis Borges, sobre El Golem:
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,
la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
«esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga.»
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. ‘¿Cómo’ (se dijo)
‘pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?’
‘¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?’
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
—–
Para los que queráis seguir investigando un poco más en los think tanks que juegan a crear su Golem:
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Con ganas de leer lo que escribas… Nuestra visión es un futuro low tech. Estas denominadas ultratecnologías vivirán rápido, morirán jóvenes y dejarán tras de sí un bonito cadáver.