Somos uno desde entonces. Cuando la enfermedad asoló a los que no andan. Los primeros infectados vivían en ciudades, y cada ciudad fue epicentro de la plaga.
Los que no andan, lloraban lágrimas de su propia savia, hasta quedar secos y en pocos meses, la población de nuestros hermanos se redujo a menos de la mitad. Por primera vez los que andamos, nos dimos cuenta de que si todos ellos morían, nosotros también lo haríamos.
Así, de nuestro miedo, su dolor y su savia, nació en la Tierra la primera conciencia común, que hizo callar las fábricas, parar los coches y destinar toda la energía del planeta a la investigación de una vacuna contra la plaga.
La vacuna llegó y con ella trajo la unión de bosques y humanos.
No más muerte. Somos uno desde entonces.
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