
Un libro que es capaz de trasmitir esa emoción a un niño, es un libro que hay que leer. Y no me ha decepcionado. Yo también terminé con una lágrima y un sentimiento reconfortante por la belleza, delicadeza, empatía e imaginación desbordante que transmite la historia.
«Los amigos imaginarios pasan la mayor parte del tiempo agachados, contemplando la hierba. Más cerca, más, un poco más. Ahí. ¿Lo ves? Se pasan la vida analizando los recovecos de las cosas; sea lo que sea. Siempre se levantan muy temprano o muy tarde, montan a lomos de las ballenas que reparten el correo; se despiertan envueltos en un lenguaje secreto de zumbidos; escriben sobre los pasatiempos de las plumas; cambian de forma como las nubes; aúllan a la luna; son lamparillas radiactivas en la oscuridad; son un bote salvavidas en el océano de una sopa de pasta de letras; son magnánimos; son altruistas; creen en los cuentos chinos, las varitas mágicas y los cachivaches. Creen. Creen en sí mismos. Creen en ti.»
De esto trata este libro, de creer en los demás, de creer en uno mismo, porque todos los niños tienen un don que les hace especiales. Como citan en la página web de la autora:
«El mensaje subyacente, de aprender a ver el valor de cada persona, es un tesoro.»
Si tenéis niños os lo recomiendo, a vosotros y a ellos. Un libro enternecedor, que habla sobre la soledad y el aislamiento de los niños.
Autor: Michelle Cuevas
Nºpags: 170