Nadie como Miguel Delibes para retratar los paisajes y la vida de Castilla, la Vieja, como se llamaba entonces. A pesar de que
Antonio Machado plasmó en poemas la belleza de la tierra que lo acogió, Delibes llevaba a Castilla en su sangre y la radiografió con su pluma.
Delibes era un defensor de la naturaleza y los valores rurales. Por sus obras, críticas con el modelo de vida urbanita y consumista que impera, se dijo de él que estaba contra el progreso.
Sobre este tema, incluyo algunas de sus reflexiones que desde mi punto de vista siguen en pleno vigor:
«Cuando escribí mi novela El camino, donde un muchachito, Daniel el Mochuelo, se resiste a abandonar la vida comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad, algunos me tacharon de reaccionario. No querían admitir que a lo que renunciaba Daniel el Mochuelo era a convertirse en cómplice de un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional».
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«Es la civilización del consumo en estado puro, de la incesante renovación de los objetos —en buena parte, innecesarios— y, en consecuencia, del desperdicio».
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«El hombre, de esta manera, se despersonaliza y las comunidades degeneran en unas masas amorfas, sumisas, fácilmente controlables desde el poder concentrado en unas pocas manos….Hoy nadie quiere parar en los pueblos porque los pueblos son el símbolo de la estrechez, el abandono y la miseria».
Miguel Delibes no idealiza la vida de los pueblos y aldeas castellanas, defiende que nuestro acervo cultural vive en el mundo rural y critica las carencias que matan a los pueblos. Fue uno de los que levantó la voz para pedir a la Administración que dotase de los servicios y equipamientos necesarios al campo y que no lo dejase morir.
La obra de Miguel Delibes es vitalista, invita a disfrutar de lo cercano, de lo sencillo, de la Naturaleza. Sus personajes están ligados a la tierra; la entienden y la respetan.
«…mis personajes se resisten, rechazan la masificación. Al presentárseles la dualidad Técnica-Naturaleza como dilema, optan resueltamente por ésta que es, quizá, la última oportunidad de optar por el humanismo. Se trata de seres primarios, elementales, pero que no abdican de su humanidad; se niegan a cortar las raíces. A la sociedad gregaria que les incita, ellos oponen un terco individualismo»
En ‘Diario de un cazador’, Lorenzo, el protagonista retrata una forma de vida ya extinta. La de un bedel en el año 1955 que vive para la caza, defiende el campo y la naturaleza y lucha por sobrevivir en un entorno urbano donde impera la escasez. El lenguaje de Lorenzo nos sumerge en otra época, en otra forma de vida. Siempre he admirado la escritura de Miguel Delibes, pero en este primer diario, al que le siguen ‘Diario de un emigrante’ y ‘Diario de un jubilado’, Delibes hace un uso magistral del lenguaje y una disección perfecta de la psicología de su protagonista.
Sabéis que Delibes es otra de mis debilidades literarias, no solo como escritor, sino también por su forma de pensar y su imaginario, así que, sí, por supuesto que recomiendo la lectura de ‘Diario de un cazador’ o de cualquier otro libro de este gran autor.
Nºpags: 208
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