Colonizados por el mundo digital

Soy de la opinión de que estamos asistiendo a la descomposición del modelo de Estado-nación. Muchos os llevaréis las manos a la cabeza con esta afirmación (han sido mucho siglos), pero, si hacéis un repaso por la historia de la humanidad, veréis que no siempre nos organizamos como estados-nación. Hubo tribus, comunidades, ciudades-estado, comunas, naródnikikibutz,… Los modelos evolucionan y se adaptan a las necesidades sociales y de supervivencia, y a la realidad económica que determina la actividad humana.

El siglo XX supuso la entrada en la era de la tecnología. La Humanidad dio sus primeros pasos digitales, la luz, la transmisión de datos, las redes, los ordenadores: grandes descubrimientos que cambiaron, de forma radical, la forma de entender el mundo e interactuar con nuestro entorno.

Como un bebé que descubre cómo andar y piensa que con ese avance ya es autosuficiente, la Humanidad también pensó que, con los avances conseguidos, estaba en control del mundo y casi, casi a la altura de los dioses, hasta el punto de ser capaces de crear vida y controlar la muerte.

Hasta que la muerte llegó, de la mano del COVID19, y el mundo occidental sufrió un parón que nadie podía haber predicho tan solo unos meses antes.

La digitalización se infiltró en nuestras vidas confinadas y, si antes el ser humano había perdido parte de su esencia al quitarse la conexión con la naturaleza en su migración urbana, en este segundo embate el virus nos confinó en nuestras casas e hizo que perdiéramos parte de nuestra naturaleza social, de nuestro espíritu de grupo, de estado, de país…

El mundo digital nos mostró una cara que no habíamos querido ver: los humanos podemos vivir confinados, podemos trabajar desde la soledad y el aislamiento de nuestros hogares, podemos prescindir del contacto físico, de los besos y abrazos (y también de los Estados que han demostrado estar perdidos antes una nueva ola)… Podemos trasladar gran parte de nuestra vida al mundo digital que no se rige por las leyes que conocíamos hasta ahora.

¿Y de quién es ese mundo al que el confinamiento nos envío? Habrá quien aún piense que ese mundo está delimitado por las mismas fronteras que los estados-nación, pero seguro que si se parasen a darle dos vueltas más, verían que el mundo digital, al que nos han confinado, no tiene fronteras geográficas. 
El mundo digital es algo etéreo, bits que se transportan por redes virtuales que nuestros ojos no son capaces de ver. Eso sí, viajan gracias a infraestructuras (servidores, cable, fibra, satélites, protocolos, software,…) que son las que configuran el entramado digital. Y esas infraestructuras no son de una nación o de un estado. En muchas ocasiones todas esas infraestructuras son prestadas a un estado, que ni siquiera se da cuenta de que está utilizando recursos ajenos para desarrollar su actividad, para crear su nuevo modelo social.

El día que las estados-nación se den cuenta de que, desde hace décadas, su población ha migrado al mundo digital (en el confinamiento aún más) y que ese mundo no les pertenece, no aplican allí sus leyes ni su regulación, no controlan la propiedad o la creación de riqueza, ese día los estados-nación sabrán que han sido colonizados por el mundo digital.

¿Y de quién es el mundo digital? De los que innovan, de los que crean tecnología, de los que tienen satélitesde los que se sin mucho ruido han colonizado la luna,  de los que tienen una población digital superior a la de todo el mundo occidental, de los que tienen su propia moneda anónimade los que manejan identidades digitalesde las IAs,…

Ese día en que los Estados se percaten, dirán que todo eso no tiene entidad jurídica para convertirse en algo real, en una alternativa a nuestra historia, a nuestra inercia, a nuestro apoltronamiento. Yo creo que sí. El confinamiento nos ha abierto la ventana al mundo digital de par en par y la población ya ha empezado la migración a las colonias digitales.

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